1. El Comienzo

Todavía recuerdo las emociones que siguieron a mi último día de clases en la Universidad. 

Eran alrededor de las 6 pm, estaba atardeciendo y ahí estaba yo, solo, cruzando por un puente camino a casa con una sensación de libertad total. 

No me pregunten por qué, pero tenía una canción noventera en la cabeza: Wind of Change de The Scorpions.

Recuerdo haber tenido el siguiente pensamiento: “Llevo 24 años levantándome todos los días para cumplir con un horario, escuchando todo el día a profesores, tomando apuntes para aprender habilidades que voy a necesitar si quiero conseguir un buen trabajo y sobrevivir decentemente en esta sociedad….  pero ya por fin todo terminó ¡soy libre!”

Libre de tomar mis decisiones, inventar mi horario, decidir mis lecturas, trabajar y vivir en donde yo quiera.

Sin embargo, el gusto me duró muy poco… 

Fueron pocos los días con esa sensación de vivir ligero, con la mente relajada y con esa posibilidad  – aparente – de poder vivir la vida bajo mis propios términos.

El regreso a la realidad no solo fue cruel, sino abrupto. Como una cachetada que no te esperas.

Recordé que cargaba con una deuda de $23 mil Euros para reembolsar un título universitario que estaba ya colgado en una pared en casa de mis papás en la Ciudad de México, como una condecoración de guerra🎖.

Y en el fondo, lo hice por ellos. Como una muestra de agradecimiento TOTAL por habernos regalado una educación tanto a mi hermano como a mí. El acuerdo había sido ese, ellos pagarían por mis gastos de vivienda en Francia mientras que yo me haría cargo de mi colegiatura de Universidad.

Fácilmente podía cambiar de canal y olvidar ese pensamiento por un instante. Pero como esas visitas que se despiden y no se van, la deuda regresaba a mis pensamientos para opacar mi recién estrenada libertad.

Es curioso porque la mayoría de mis compañeros habían sacado ellos también un préstamo universitario pero no parecían sufrir tanto las consecuencias psicológicas que esto conlleva. A lo mejor porque estaban ya programados para el sistema: estudias, trabajas, mueres ☠️.

Yo era el único loco mexicano que se le había ocurrido irse a estudiar a Francia 🇫🇷 para sacar un préstamo en euros, reembolsarlo en pesos y decidir ser libre después.

Al final de cuentas, mis compañeros veían el mundo corporativo como el siguiente paso natural para empezar sus carreras profesionales, hacer macros en excel, casarse con la novia de la universidad y empezar una familia. 

Yo no. 

Yo no había vivido todavía lo suficiente, es más ¡no había vivido nada!

Y aunque para ese entonces mi pasaporte ya estaba lleno de sellos, me negaba rotundamente a vivir una vida como la de mis compañeros, una vida como los demás. 

¿Acaso era ya demasiado tarde para querer cambiar las cosas?

¿Había despertado demasiado tarde para querer separarme del sistema?

¿Podía soñar con regresar a México y vivir libremente?

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