De regreso en esa azotea color rojo chapopote de Alister, ahí estábamos los dos, descansando de una mañana en el gimnasio. Eran alrededor de las 12 del día. Tras hablar con los 2 socios de Habanero Blue, habíamos convenido que podía empezar a trabajar en la marca con mis ideas de forma remota, desde la ciudad de México, sin goce de sueldo obviamente.
Confiaba ciegamente en que era un proyecto que muy pronto podría capitalizar. 🤑
Al haber renunciado a la imprenta, mis mañanas se habían acomodado a una nueva rutina más cómoda que productiva.
8 – 9 hrs: Despertar y Desayuno.
9 – 11 hrs: Revisar temas pendientes de Habanero Blue.
11 – 13 hrs: Gimnasio y azotea en casa de Alister.
13 – 15 hrs: Comida en casa.
16 – 21 hrs: Seguir trabajando en Habanero Blue pero ahora, desde casa de Luis (también conocido como “El Camote”).
21 – 23 hrs: Alister nos alcanzaba en casa del Camote para la 2da ronda de humo en los pulmones y noches bajo las estrellas en el techo de Luis.
El sol pegaba con todo su aplomo y por alguna extraña razón, a Alister le encantaba llenar de saliva su churrito de marihuana. Más adelante, deduje que era para hacer que la sábana – u hoja de papel que envuelve a la marihuana – se consumiera menos rápido y pudiera durarle más tiempo.
Yo nunca fui de marihuana, pero sí de tabaco.
Al crecer y educarme en el Liceo Franco-Mexicano, el tema de la marihuana era de lo más común desde los 12 o 13 años. En el fondo, yo creo que era más un tema de rebeldía adolescente que de amor por la planta.
En ese entonces, yo amaba, jugaba y respiraba fútbol 24/7. De pronto, empecé a notar cómo mis amigos se volteaban hacia otro tipo de actividades. Dejaron el fútbol y los juegos de recreo para empezar a fumar, hablar de novios y salir de fiesta.
Sin duda, era una ruptura con el mundo de Walt Disney en el que yo vivía.
Hubo una época de transición en la que con mis amigos de la escuela, entraba yo también poco a poco en ese mundo adulto pero al regresar a casa, volvía a conectarme con un ambiente de fútbol, albercazos y las risas con los vecinos.
Mi primer cigarro fue a los 15, Raleigh porque era lo que fumaba mi papá. Lo tomé con una naturalidad que impactaría a cualquier fumador confirmado. Fue en la primer fiesta con alcohol que tuvimos en casa de Rodrigo Machuca, en el Ajusco ⛰. Lo curioso es que recuerdo que a los 5 minutos, ya estaba dando clases y enseñando a otras personas cómo fumar. 😂 #expertoen5minutos
Mi primer churro ni lo recuerdo. Lo que sí recuerdo, fue que me descontroló. En esa época, no hubieron 1 ni 10; hubieron muchísimos a los que fui invitado. Era lo cool, lo que los chicos populares hacían y no paraban de hablar de ello.
No sé si sea por mi química interna, pero jamás le agarré el gusto a la planta. Al fumarla, me desconectaba todos los cables hasta privarme de mis habilidades sociales. Un simple jalón era suficiente para desequilibrarme e instaurar un solo pensamiento que se quedaría taladrando mi cabeza por los siguientes 30 a 60 minutos: “Simula que no estás hasta tu madre…” 🤯😅
Y aún así, seguía fumando cuando me invitaban.
¿Por qué? Por condicionamiento, por la presión social que tienes a los 15 años y por querer pertenecer al colectivo. Pero sobre todo, porque aún estaba muy joven para conocerme y decidir por mí mismo.
Recuerdo perfectamente que en una fiesta de fin de semana en Tlayacapan (un pequeño pueblo al Sur de la Ciudad de México), me llegó una invitación imposible de rechazar.
Éramos un grupo grande, quizás unas 15 personas alojados en la casa de campo de una compañera, Valérie. De pronto en la noche, mientras se desarrollaba una fiesta en la terraza principal de la casa, decidí ir a dar un paseo por el jardín de la casa. De pronto, salió de entre los arbustos del jardín Marcelo… un amigo con un cara de alegría y travesura. Ya venía visiblemente pacheco.
Me dijo: “Billy, te estábamos esperando… tenemos un churrito preparado solo para algunos de nosotros”. La invitación fue tan especial y personalizada, que me fue imposible rechazarla. El grupo me estaba esperando para poder prender ese joint. Me sentí importante.
Me senté en el círculo, fumé, me sentí integrado… pero a los 5 minutos ya tuve que disimular que no estaba hasta mi madre. 😂
Acabó con mi fiesta.
Mi declaración de independencia llegó en mi 1er año como estudiante en Francia, a los 18 años.
Y con independencia no me refiero a salirse de casa de tus papás y declararte libre. A lo que me refiero realmente, es a aprender a ser coherente con uno mismo y simplemente decir “Esto no es lo mio y no es para mi”. Es la liberación del falso ser construido por la sociedad y convertirte en auténtico hacia ti mismo, sin importar la influencia externa.
En términos actuales de la epigenética (estudio de cómo tus comportamientos y tu entorno pueden causar cambios que afectan la forma en que funcionan tus genes), estaba empezando a vibrar en coherencia.
Esa fue mi declaración de independencia. 🗽
Pro tip: Experimenta tu propia verdad.